Punto de inflexión
Existen momentos en la vida que son un punto de inflexión, pero no sabes que son importantes hasta pasado un tiempo, cuando ves lo que esa decisión o vivencia ha conllevado.
Recuerdo como si fuera ayer el día que nació la semilla de mi primera novela: estaba sentada en el jardín de mis padres una tarde de finales de verano, cuando aparecieron ellos, D. y K. Fue un momento de subidón y empecé a anotar ideas en una libreta solo por divertimento. Y, sin saberlo ni esperarlo, ese pequeño embrión fue creciendo hasta conseguir cambiar por completo mi vida. D. y K siguen en un cajón, esperando su momento, pero ellos me cambiaron. Por ellos y por todos los que vinieron después me vi capaz de enfrentar miedos, de persistir, aunque tuviera la sensación de que apenas había camino, y de encontrarme a mí misma entre demasiada capas y disfraces.
Y hoy me he dado cuenta de que también existen momentos que intuyes que son puntos de inflexión, cambios que te sacuden por dentro. Son momentos que los ves y los notas, sin embargo, cuando miras al frente… No hay nada más que incertidumbre. En realidad, supongo que no hay nada porque todo está por vivir.
Este año me está enseñando algo que hacía mucho tiempo que quería aprender: vivir más centrada en el presente, sin proyecciones constantes al futuro, sin pensar continuamente en lo que puede o no ocurrir, sin cargar con ese lastre llamado «todas mis culpas y fracasos pasados». Creo que casi todos tenemos una maleta fea y demasiado pesada etiquetada con este nombre y, oye, sé que no es fácil, sé que es un trabajo diario, pero es un gustazo vaciarla de lo más doloroso y repararla con una nueva etiqueta que dice: «todo lo que he aprendido de mi pasado».
Y justamente este septiembre me he visto obligada a vivir así, lanzarme a la aventura sin planes (incluso abandonando los planes que ya tenía en mi cabeza para este otoño, que, si sigues mi IG, ya sabes que estoy loca con la noticia que di la semana pasada), viviendo cada día sin apenas expectativas de lo que puede ocurrir y, sobre todo, intentando gozar de cada momento, sea el que sea. Y, bueno, creo que le estoy empezando a coger el truco.
Si has llegado hasta aquí sin aburrirte con mis reflexiones personales, ahí va la recompensa a tu espera: las crónicas mexicanas de una escritora que le gusta divagar y filosofar.
CRÓNICAS MEXICANAS, primera semana
Si te preguntas si ya he superado el jet lag y el supuesto mal de altura: SÍ rotundo.
¡Dormir, oh, dormir bien por fin! La cama del apartamento es increíblemente grande y cómoda, así que ya puedo disfrutar de ella ocho horas seguidas y si hace falta algunas más (a veces, también me gusta trabajar sentada en la cama).
¿Hay más cosas increíblemente geniales en el piso? Otro sí rotundo.
A menudo me río yo sola cuando imagino que estoy viviendo en una película, porque no dejo de alucinar con algunas de las cosas que tenemos: la ducha, la nevera, el gimnasio, la alberca… Un día haré un artículo con las bondades de este apartamento y otro con algunas palabras mexicanas y su significado (¿sabes lo que es una alberca? Yo ahora sí, pero antes no tenía ni idea).
La zona donde vivimos es muy tranquila y por suerte tenemos un par de áreas comerciales cercanas en las que podemos ir a comprar a pie. México es un país enorme, la ciudad de Querétaro es también enorme y por lo que vamos viendo todo está pensado para hacerse en coche. Incluso en las zonas más residenciales como la mía, la movilidad no está pensada para los transeúntes.
La gente es muy abierta y acogedora, enseguida te hacen sentir en casa y esto es maravilloso. Todo el mundo te tiende la mano para ayudarte.
Por otro lado, también nos hemos encontrado con que las cosas van más lentas. Todo en realidad va más lento y suele complicarse más de lo que debería o las cosas no siempre terminan de funcionar bien.
Por ejemplo, nadie se estresa ante una cola larga y llena de gente y no aceleran el ritmo ni un ápice. Lo bueno es que nadie se pone nervioso, solo los europeos, que no estamos acostumbrados a tomarnos las cosas con tanta calma.
Otro ejemplo. Llevamos más de una semana con la tarjeta para entrar en el parking y todavía no nos funciona. Siempre nos dice que dentro de unos días irá bien, pero sigue sin resolverse… Y, debido a eso, tenemos que pitar varias veces o salir del coche para ir a buscar a alguien que nos abra la barrera. Todo muy ágil y eficiente🤭.
Hace unos días nos encontramos con una argentina en el ascensor y hablamos de estos problemas y con una sonrisa ella nos dijo: Bienvenidos a México… O sea que es parte de la experiencia del país 🙂
Aparte de estas pequeñas cositas, estamos de lujo, tanto en el piso como en la zona. Mi día a día es tranquilo: trabajo, me hago la comida, salgo a comprar y espero que pronto también entre en mi rutina utilizar el gimnasio y la alberca… Y cuando llega mi chico, pues hacemos algo juntos o nos quedamos tranquilos en casa.
La experiencia más diferente que tuvimos fue el pasado sábado.
Nos dijeron que el centro Querétaro estaría cerrado por la celebración de un maratón, y decidimos hacer una excursión a otra ciudad. Y oye, qué acierto fue visitar San Miguel de Allende. Es una ciudad colonial muy bonita que es considerada Patrimonio cultural de la Humanidad. Era el último día de sus fiestas patronales y pudimos gozar de su folklore: cabalgatas de cientos, quizás miles, de jinetes y caballos desfilando por las calles, en peregrinación a la iglesia. El ambiente era muy de cowboy de película y montaban a caballo tanto hombres y mujeres como niños y niñas. Con la indumentaria, muchos parecían salidos de una película del oeste, de verdad. ¡Y qué arte sobre la montura! Vimos algunos peques que estoy segura de que han aprendido a montar antes que caminar.
Nos encantó y quedamos alucinados.
También tuvimos la oportunidad de ver bailes indígenas, bailes con petardos, una orquesta en una glorieta, rezos en peregrinación (la religión es un pilar muy importante para ellos)…
Estuvo muy bonito porque tuvimos la suerte de vivir un poco más de cerca esta cultura que justo estamos conociendo.
Y hasta aquí las crónicas de hoy. Si quieres ver alguna foto, pásate por mi Instagram (@_aswinter) porque en el post he añadido imágenes de estos días.
Un abrazo,
Arya